«La realidad de la vida de las mujeres, tal y como argumenta Goldman a través de su selección musical, puede ser brutal, disruptiva y capaz de reformular paradigmas; al fin y al cabo, ¿hay algo más punk que eso?»

Marissa Lorusso, NPR


«En esta inteligente introducción a la música punk que hay que leer (completada con una generosa selección de temas musicales), Vivien Goldman planea sobre cinco décadas de encuentros personales con músicas feministas para averiguar cómo y dónde estas pintorescas punks han llegado, y adónde pueden dirigirse.»

Tina Weymouth (Talking Heads)


Según a quién preguntes, la historia del punk comenzó en Inglaterra con los Sex Pistols o en Nueva York con los Ramones, pero ¿y si, como rezaba la mítica camiseta de Kim Gordon de Sonic Youth, «las chicas inventaron el punk, no Inglaterra»? Sin entrar en controversias sobre la génesis del fenómeno, lo que sí parece claro es que la historia oficial, como suele ser habitual, ha silenciado el papel fundamental que tuvieron y tienen las mujeres en el origen y futuro de la música de guitarras más visceral.

La periodista cultural y música Vivien Goldman —que a principios de los ochenta grabó un single fundamental en las horas muertas del estudio de PiL— escribe por primera vez una historia del punk desde mediados de los setenta hasta la actualidad en clave femenina. Goldman explora el fenómeno del punk a partir de cuatro temas fundamentales —la identidad, el dinero, la vida afectiva y la búsqueda de un cambio— que tienen que ver tanto con la creación musical en los márgenes de la industria como con las dificultades inherentes de la mujer en un contexto donde aún impera el patriarcado. Para ello, traza un apasionante y divertido panorama global de la música punk hecha por mujeres cuyo legado aún perdura y resuena en todos los rincones del mundo. Más allá de los nombres clave —Patti Smith, Debbie Harry o Chrissie Hynde—, la «catedrática del punk» excava en la historia y en los lugares más recónditos del planeta donde emergen fascinantes sheroes del punk, tanto en EE. UU. (Poly Styrene, las riot grrrls, Alice Bag o Sleater-Kinney) e Inglaterra (las Slits, las Raincoats, las Au Pairs o Skinny Girl Diet), pero también en Francia (Lizzy Mercier Descloux), Alemania (Malaria!), Japón (Shonen Knife), Rusia (Pussy Riot), Indonesia (Tika and The Dissidents), China (Hang on the Box), India (Pragaash, The Vinyl Records), Jamaica (Grace Jones, Tanya Stephens), Nigeria (Sandra Izsadore) o Colombia (Fértil Miseria), incluidas las Vulpes y su «Me gusta ser una zorra».

 

«Un libro brutalmente honesto sobre la sangre, las vísceras, el sudor y las lágri­mas necesarios para convertirse en mujer en los años setenta. No hay que ser fan de las Slits o del punk para que te atrape» (Helen Brown, The Telegraph).

Como los viejos elepés, este libro tiene una cara A y una cara B. La primera po­dría titularse «Sexo, drogas y punk». La segunda, «Hay vida después del punk».

Viv Albertine llega a Londres en 1958 con cuatro años, procedente de Sídney. Estas memorias arrancan con su infan-cia y adolescencia, entre descubrimientos musicales –John Lennon, los Kinks, Marc Bolan–, conciertos -–de los Stones, David Bowie…–, primeras escapadas –a Ám­sterdam– y primeras experiencias adultas –con ladillas incorporadas–.

A finales de los setenta, dos encuentros lo cambian todo: conoce a Mick Jones y descubre a Patti Smith. A partir de ahí, Viv se integra en la emergente escena punk y vive en primera línea aquellos años de revuelta, provocación y excesos: los Sex Pistols, Malcolm McLaren, Vivienne Westwood, los Clash, Sid Vicious y Johnny Thunders, la formación del grupo de chicas The Slits, en el que toca la guitarra, los locales míticos, el Soho, con sus cines porno y sus clubs, los conciertos salvajes, la heroína, las peleas con skinheads, el des­cubrimiento del free jazz y la gira a la que invitan a Don Cherry…, hasta que a principios de los ochenta su banda se disuelve. Arranca entonces la cara B, con la necesidad de reinventarse, el interés por el cine, un aborto, una hija, el cáncer de cuello de útero, el divorcio tras un largo matrimonio y su nueva situación como mujer madura, tema al que dedica una canción: «Confessions of a MILF».

Escrito con una viveza y una sinceridad arrolladoras, el libro es ante todo una valiosísima crónica de primera mano de la efervescencia punk. Pero es también el relato de una época turbulenta y vibrante, y un libro sobre los retos de la ma­durez y la necesidad de buscar nuevos caminos en el ámbito artístico y personal.

 

 

Fue el verano en que murió Coltrane… Los hippies alzaron sus brazos vacíos y China detonó la bomba de hidrógeno. Jimi Hendrix prendió fuego a su guitarra en Monterey… Fue el verano del amor. Y en aquel clima cambiante e inhóspito, un encuentro casual cambió el curso de mi vida: fue el verano en que conocí a Robert Mapplethorpe.

Corría el mes de julio de 1967 y eran unos niños, pero a partir de entonces Patti Smith y Robert Mapplethorpe sellaron una amistad que solo acabaría con la muerte del gran fotógrafo, en 1989. De eso habla este espléndido libro de memorias, de la vida en común de estos artistas, los dos entusiastas y apasionados, que cruzaron a grandes pasos la periferia de Nueva York para llegar hasta el centro neurálgico del nuevo arte. Fue así que acabaron instalándose en el hotel Chelsea y se convirtieron en los protagonistas de un mundo hoy ya perdido donde reinaban Allen Ginsberg, Andy Warhol y sus chicos, y se creaban las grandes bandas de música que marcaron los años finales del siglo XX, mientras el sida hacía estragos.

 

Patty Smith, cantante y poeta, la madrina del punk aportó a la música popular de su tiempo un punto de vista intelectual y feminista. Sus letras introdujeron la poesía francesa del siglo XIX a la juventud estadounidense.

Reconocida como Comendadora de las artes y las letras en Francia en 2005, entró en el Salón de la Fama del Rock en 2007 y recibió el pasado año la Medalla de Oro de Bellas Artes otorgada por el Gobierno de España.

Quien se acerque este año  por el ARF podrá disfrutar de su música en directo.

 

Y también La chica del Grupo, de Kim Gordon