Ota Pavel enloqueció en Innsbruck, en 1964, mientras cubría las Olimpiadas de invierno como cronista deportivo.
La enfermedad truncó una carrera periodística en la que ya había comenzado a despuntar, pero la gente no se olvidó de él.
Los lectores hacían cola en la calle para comprar su primer libro, una selección de reportajes sobre deportistas checos, y los médicos del psiquiátrico se ocuparon de que a Pavel le llegaran fotos del gentío que se agolpaba en las librerías.
También le dieron un cuaderno y un bolígrafo, y así nació «Carpas para la Wehrmacht», una preciosa colección de relatos autobiográficos con un protagonista indiscutible: Leo Popper, el padre de Ota.
El soñador Leo, enamorado de la pesca y de la belleza femenina, supo vivir su vida como una fiesta en la Checoslovaquia de los años treinta.
Plusmarquista mundial de la venta puerta a puerta, era capaz de vender atrapamoscas que no atrapaban moscas, o aspiradoras en aldeas sin electricidad.
Más tarde, la invasión nazi de Checoslovaquia obligaría a Leo a usar todo su ingenio y audacia para garantizar la supervivencia y el buen ánimo de su familia