En Nochebuena se representa, en un mundo surreal y mágico, la lucha cósmica (y eterna) entre el bien y el mal.

Nikolái Gógol plantea la pregunta:

¿Por qué Dios permite al diablo vagar por el mundo y tentar a las pobres gentes?
Su respuesta es que todo sucede por una buena causa, y que la libertad del Diablo está limitada: puede hacer sus fechorías solo hasta el nacimiento de Jesucristo, cuando toda la maldad se detiene y se restablece la relación entre el hombre y Dios.


Este planteamiento permite a Gógol presentarnos la idílica aldea de Dikanka en la última noche antes de la Navidad: calles y campos nevados,
la kutiá y el vodka ya están sobre la mesa, grupos de jóvenes que cantan las koliadki y recogen sus aguinaldos mientras las brujas se pasean por el cielo nocturno en sus escobas recogiendo las estrellas en su mandil y el demonio con cara de cerdo roba la luna escondiéndola en su abrigo y dejando la aldea a oscuras para que la lujuria se extienda sobre el mundo sumido en la oscuridad.

En el centro de la abigarrada humanidad pecadora, las estrella iluminan la historia de amor que comienza entre el herrero y pintor de iconos Vakula y la muchacha más bella y coqueta del pueblo: Oksana.

Gógol vuelve a mostrarnos su capacidad e ingenio para deleitarnos con una bella historia popular que, en realidad, es una radiografía de las clases sociales en la Rusia zarista, a la vez que critica la superstición y calibra la moralidad de los altos estamentos y de las jerarquías eclesiásticas. Nochebuena (1832), que ahora edita Nórdica con traducción de Marta Sánchez-Nieves, pertenece a otra obra mayor, Las veladas en Dikanka, que reúne ocho historias publicadas en dos volúmenes a lo largo de dos años. Nochebuena forma parte del segundo, y todo el conjunto supuso la aparición de un escritor deslumbrante que apenas había sobrepasado los veinte años de edad y que, por entonces, se inspiraba de una forma muy directa en el folklore, las leyendas y las narraciones orales del ámbito rural, de la región de Poltava, en la que, hijo de un terrateniente, Gógol había nacido, en una aldea, todavía más pequeña que Dikanka.

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