El roble es un árbol imponente. Asociado a mitos, leyendas y tradiciones, es sinónimo de fuerza, nobleza, longevidad y portador de la sabiduría popular ancestral. Con sus profunda raíces, se afianza a la tierra como ningún otro árbol lo hace.

Los protagonistas de los diferentes cuentos y mitos que pueblan estas páginas se aferran a sus orígenes y a su tierra cántabra con la misma pasión y fuerza que el árbol sagrado. Tanto los personajes de la cultura campesina de las aldeas como los mitológicos duendes, enanos y seres fabulescos del bosque tienen su base en la tradición cultural y el folclore de Cantabria.



 

Ignacio Abella Mina (Vitoria, 1960) es naturalista y escritor. Estudioso de las culturas y tradiciones relacionadas con los árboles y los bosques europeos. Los hayedos de Urbasa, en su infancia, y las montañas de Somiedo, durante su juventud, han sido sus primeras facultades.
En su obra, la naturaleza se interpreta a través de las múltiples perspectivas que aportan los conocimientos científicos, la sabiduría tradicional, el arte y la poesía. Este acercamiento multidisciplinar trata de aportar una amplia perspectiva de la relación del ser humano con el mundo en el que habita.
El estudio, la recopilación y la práctica de oficios, artesanías y ocupaciones diversas de los habitantes del mundo rural complementan esas líneas de trabajo.

 

La especie humana ha conservado el hilo umbilical que la unía al árbol y al bosque hasta tiempos muy recientes. La relación íntima con la tierra nos proporcionaba unas raíces de naturaleza vital, racional y espiritual, y existía una clara conciencia de nuestra dependencia absoluta del mundo al que pertenecemos.
En estas páginas contemplamos antiguos vínculos afectivos e identitarios que explican las relaciones de culto y veneración, así como la protección de los bosques que a su vez nos amparan y protegen. La antigua selva estaba habitada por presencias y espíritus tutelares. En cada árbol y cada ser vivo latía una conciencia bien conocida y reconocida por nuestros ancestros. El bosque y el paisaje nos cultivaban en una relación recíproca de domesticación y perpetua coevolución.
Hoy en día, se han roto los puentes de entendimiento. Hemos perdido el sentido común de lo sagrado, los lazos primigenios de unión y convivencia que aseguraban el respeto hacia el resto de los seres y el entorno que nos sustenta.
Quizá aún es posible reinventar algunas de aquellas fórmulas de transmisión de memoria y sabiduría para recordar que vivimos por los árboles. El bosque de antaño continúa gestionando el suelo y el agua, controla los incendios, el calentamiento global y el clima local. Aporta oxígeno y vitalidad. También inspiración y cordura para una especie animal que parece haber perdido el juicio y está, sin saberlo, más necesitada que nunca de la vitalidad y la belleza que perviven en el bosque.

 

 

La evolución del bosque atlántico está directamente ligada a las actividades humanas. Este libro trata de explicar cómo ha llegado el bosque atlántico cántabro a su situación actual, dividiéndose en capítulos según actuaciones diferenciadas de origen humano. (Construcción naval, Leyes desamortizadas, pastoreo, incendios , etc…)
Simbólicamente, diríase que la historia de los pueblos está escrita en los grandes anillos del tiempo y del bosque, como lo está realmente en los anillos de crecimiento de un árbol.