La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.

La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.

La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.

Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.

La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.

Nueva York, la gran urbe, crisol de culturas, ciudad de rascacielos. Poco antes del archiconocido crack de octubre de 1929 llegó Federico García Lorca a Ellis Island, pasó previo antes de instalarse en la Universidad de Columbia, a bordo del transatlántico Olympic y acompañado de su amigo y mentor Don Fernando de los Ríos. El poeta estaba en plena depresión tras romper con su pareja, el escultor Emilio Aladrén, y decidió cambiar de aires, buscar un nuevo espacio vital.

De esa experiencia nación Poeta en Nueva York, un cambio crucial en la evolución del autor granadino. El surrealismo, con sus ansias de renovar el arte, había impactado en un Lorca en plena angustia existencial.

Las vivencias neoyorquinas del poeta han servido al dibujante alicantino Carles Esquembre para diseñar su primera novela gráfica. Lorca: Un poeta en Nueva York (Panini Cómics) se adentra en las pasiones y obsesiones del escritor atendiendo a su epistolario y a los testimonios de quienes le siguieron en dicha aventura.

Artículo completo de David Ruiz Marull en La Vanguardia: Lorca, un poeta en Nueva York

Poeta en Nueva York se publicó en Estados Unidos el dos de abril de 1940, hace hoy ochenta años.

 

 

«Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro», Federico García Lorca

Cinco años antes de ser asesinado tuvo el gran honor de inaugurar la biblioteca de su pueblo. Esto fue en septiembre 1931. Para ello escribió y leyó un precioso discurso ante los habitantes de Fuente Vaqueros en el que repasó las bondades de los libros, la lectura, la cultura y las bibliotecas.

Muchas veces un pueblo duerme como el agua de un estanque un día sin viento, y un libro o unos libros pueden estremecerlo e inquietarlo y ensañarle nuevos horizontes de superación y concordia.

 

«Hablaba Federico, requebrando a la muerte. Ella escuchaba.»
Antonio Machado

«Su mundo era un mundo prácticamente de palabras. Un mundo de metáforas chocantes.»
Jorge Luis Borges

Un volumen inédito que presenta el proyecto inacabado del más grande poeta del siglo XX español: Federico García Lorca.En lenguaje musical se entiende por «suite» una composición integrada por movimientos variados que, no obstante, encuentran su apoyo en la misma tonalidad. Las suites de Federico García Lorca parten de la misma idea, aplicada esta vez a la lírica: establecer series de poemas formalmente heterogéneos que giren alrededor de un tema común. Sin embargo, su temprana muerte truncó el que había de ser un ambicioso proyecto en el que se recogían obras inéditas o ya publicadas, escritas todas ellas entre 1920 y 1923, bajo el signo de una nueva armonía.El presente volumen supone la fiel y ajustada edición a cargo del hispanista Eutimio Martín de un poemario abocetado que ilumina los primeros versos del más brillante poeta de la literatura española del siglo XX. Una perla extraordinaria que muestra una vez más que el universo de Lorca no tiene fin ni parangón.

 

Novela gráfica creada conjuntamente por Ian Gibson y el dibujante Quique Palomo . Muestra a Lorca sin tabúes ni tapujos. Su infancia en la Vega de Granada y su juventud en Madrid como inquilino de la Residencia de Estudiantes. Familia y amores clandestinos; triunfos globales —España y América— y los fracasos de sus intimidades. La proteína de su obra y el desperdicio que supuso su caída a manos de un escuadrón asesino. Una inmolación, con señales de escarmiento, a manos, dice Gibson, “de la que el poeta había llamado poco antes la peor burguesía de España: la granadina”.