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Actualidad,
Poesía
by anaislib
«Asómate a ese vértigo sutil
en que la irrealidad se hace evidencia.
La más común ceguera de este mundo
es ver tan solo lo que todos ven».
De vez en cuando viene bien hacer balance, revisar el camino andado. Y muchas veces conviene evitar la tentación de reunir toda la obra. Mejor agavillar de aquí y de allá unas piezas significativas. Es lo que ha hecho Lorenzo Oliván (Castro Urdiales, 1978) en esta antología de su poesía que ha titulado con toda la intención Las percepciones islas. Poemas entresacados de seis poemarios y cinco inéditos componen un conjunto coherente a partir de una voz reconocible.
Reseña de Arturo Tendero en El placer de la lectura
ESTE ÁRBOL QUE NO ES ÁRBOL
El poema puede irse por las ramas.
Por eso hay que podarlo,
multiplicar caminos en su origen,
para que tome fuerza.
Los brotes que no están también dan fruto.
Y, en el filo
de la hoja que fue
y se llevó el viento,
se hace un corte la luz y habla su herida.
El tronco es lo fatal,
la forma de aspirar a darlo al aire.
Cada cual que entra en él
trae consigo su fronda:
la parte de este árbol —que no es árbol—
que no se ve
pero que más se mueve.
El lenguaje de Para una teoría de las distancias es, generalmente, conceptual —palabras fetiche de Lorenzo Oliván se repiten con frecuencia: imán, vértice, médula, ritmo, luz, ebriedad—, pero se transforma paulatinamente en canto para los sentidos, como en el poema «A escala aquí la vida» o en experiencia indagatoria en los sótanos de la realidad y del pasado, como en el poema «Los sentidos». La palabra poética rompe candados, descerraja puertas no para hacer evidente lo visible sino para vislumbrar lo invisible. Oliván rasga las cuerdas del misterio para que su sonido acabe por revelar lo más recóndito porque «esconde cada cosa en sí el secreto / de la mejor distancia / a que debe ser vista».
Párrafo extraído de la reseña de Carlos Alcorta que fue publicada el 15/06/2018 en suplemento cultural Sotileza de El Diario Montañés.
CORRESPONDENCIAS
El viento sabe
que a base de soplar
y soplar fuerte fuera de la casa,
al final siempre acaba
soplando dentro de nosotros mismos.
Lo primero que destaca de Puntos de fuga es una cualidad que no se suele subrayar en las obras poéticas: se trata de un libro cortés con el lector, colorista a la vez que hondo, variado sin dispersarse, un libro para los ojos y para los oídos, para la inteligencia y para el corazón.
Lorenzo Oliván piensa con los ojos, reflexiona con imágenes, no con conceptos. En las realidades más comunes acierta a ver lo que nadie había visto antes que él, lo que nadie, después de leerle, podrá dejar de ver.
Puntos de fuga, escrito a lo largo de un lustro, es un libro que son muchos libros. Cada lector hará su propia selección. La poesía amorosa cuenta con aciertos que, a mi entender, pronto alcanzarán la categoría de clásicos, como el soneto “Centro” o las tres variaciones dedicadas a un tema tópico, la contemplación de la amante dormida, del que Oliván sabe extraer resonancias inéditas. Hay también apuntes de poesía viajera, aparentemente menor, con ejemplos tan excelentes como el primer poema, “Barrio judío”, de la serie dedicada a Praga: “Este reloj no quiere/llegar al tiempo/al que el tiempo llegó/ hace ya mucho. En vano/ marcha hacia atrás huyendo/de la tragedia que ya ha acontecido”.
Reseña de Puntos de fuga de José Luis García Martín para El Cultural
El próximo miércoles, 9 de septiembre, celebrando que se cumple un año de la apertura al público de Anaïs Libros, tendremos el gusto de recibir en la librería a Lorenzo Oliván que nos deleitará con una selección de lecturas de Las Percepciones Islas.
Aviso a los interesados en asistir.
Debido a las restricciones sanitarias y el limitado aforo de que disponemos se ruega consultar disponibilidad de asientos, que se repartirán por orden de solicitud.