Surcaban los aires en un vuelo majestuoso.
Sus colmillos eran más afilados que los del tigre blanco, y no había árbol que resistiera sus garras ni lugar que quedara en silencio cuando alguno de ellos rugía.
Nada igualaba el fuego que salía de su garganta.
Yomón contemplaba a los dragones con admiración.
Su mayor deseo era convertirse en uno de ellos.