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Había una vez un niño al que no le gustaba la noche. Si que le gustaban las luces de las linternas, de los faros, de los relámpagos, de las velas…pero no la noche ni los interruptores. Porque los interruptores apagaban las luces de casa: las luces amarillas, las blancas, las verdes, las del pasillo, las de la casa, las de todas las habitaciones. Esta situación le hacía sentirse mal y, sobre todo en las noches de verano, cuando los niños bajaban afuera a jugar, le hacía sentirse solo porque el no podía salir allí, a la oscuridad. Pero una noche una niña llamará a su puerta y le ayudará a cambiar esta situación.
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